FLUIR
Juan Bethencourt
—No sé qué me pasa —dijo mi amigo—. Pero cuando tengo que estudiar me dan ganas de cantar.
—Es tu sistema nervioso simpático —contesté. Me devolvió una mirada de absoluta confusión—. Es el encargado de preparar tu cuerpo para reaccionar ante un peligro. Te ayuda a estar en condiciones de huir o, si no puedes, de enfrentarlo. Te tensa los músculos, te acelera el corazón, te dilata las venas y las pupilas…
»Pero no acaba ahí, se activa tu memoria para encontrar algo que te gusta, que te entusiasma y te lo ofrece como alternativa a la situación de riesgo.
»Es un mecanismo súper eficiente para sacarnos cuanto antes de una situación riesgosa.
—¿Y qué tiene eso que ver con que me den ganas de cantar cuando estudio?
—Como no te gusta estudiar. Como no lo quieres hacer. Como preferirías estar haciendo otra cosa. Como no le ves el sentido. El mensaje que envías a tu cuerpo es: el estudio es peligroso. Y tu cuerpo activa el sistema nervioso simpático. Por lo tanto, toda tu biología dispara las alarmas y te grita: ¡Huye del estudio! ¡Es un peligro! ¡Empieza a cantar! ¡Eso sí que es bueno para ti!
»Quizá no es muy técnico desde el punto de vista médico, pero eso es lo que te pasa. Por eso cantas cuando tienes que estudiar.
—Pero si mi cuerpo me juega en contra, ¿Cómo se supone que estudie? —contestó en un tono cargado de frustración.
—Sé libre. —dije y de nuevo, me miró confundido.
—Escucha —continué—. Tu cuerpo reacciona a los estímulos que recibe y nos impulsa a actuar en esa dirección. En tu caso, el proceso fue algo así como estudio-peligro-huye-canta. Esto es biología pura y dura. Pero, y en este pero te juegas la vida, no estás obligado a fluir en la dirección que tu cuerpo te sugiere. El ser humano es capaz de abrir un espacio entre la emoción y su reacción. El impulso a cantar y dejar de estudiar es biológico. Pero ponerse a cantar y no estudiar, es tu decisión. Por eso te digo, sé libre. Que tu vida no la gobiernen tus impulsos sino tus decisiones.
»Y te digo más. Tienes la capacidad de redirigir tu biología. Por ejemplo, si de modo inconsciente tiendes a ver el estudio como una amenaza o peligro, puedes detenerte y recordar que en realidad es una oportunidad de crecimiento, de mejora, de maduración, de superación personal. Si lo haces, estás enviándole un mensaje distinto al cuerpo y se activa tu sistema nervioso parasimpático que produce el efecto contrario al simpático: los músculos se relajan, tu respiración se calma y puedes estudiar con calma. En este caso, tu cuerpo juega a tu favor.
—Eso suena increíble —dijo mientras abría los ojos llenos de asombro.
—Pero es así. Y funciona no solo para el estudio, sino para todo en la vida. Se trata de descubrir que no puedes fluir automáticamente en la dirección que tus emociones te marcan. La biología solo busca que intentes sobrevivir, que no te mueras. Tú tienes que ser capaz de vivir, que es mucho más. Vivir consiste en tomar control de tus acciones. Y para eso tienes que guiar los estímulos. No reprimirlos, ni ignorarlos sino reorientarlos. Detente, reflexiona ante ellos, piensa si te convienen y luego, decide como actuar. Quien fluye sobrevive, quien redirige, vive. En términos técnicos, esto es tener inteligencia emocional.
—Pero muchas veces yo no puedo decidir cómo actuar. Tengo que estudiar y punto. No tengo opción. ¿Como puedo ser libre en una situación así? —preguntó con genuino interés.
—No solo en el estudio, en la vida habrá muchas veces que no podrás escoger qué quieres hacer, pero siempre podrás escoger por qué lo haces. Eres tú quién decide cuál es el sentido, la razón, la motivación de lo que tienes que hacer.
»Es verdad, muchas veces no te queda más opción que estudiar para ese examen. Sin embargo, puedes hacerlo para salir de él cuanto antes, para pasar la clase, para sacar buenas notas, para aprender, para hacer que tus padres se sientan orgullosos, para ser un buen profesional… ¡Tienes miles de opciones! Y todas dependen de ti.
»Mientras más te entusiasme el sentido que das a lo que haces, más positivo es el mensaje que envías a tu cuerpo y más las posibilidades de que juegue a tu favor.
—¡Ok! Redirigir, no fluir. Vivir, no sobrevivir. Ser libre. Escoger mis motivaciones. ¡A ver si lo logro!
Su cara era una mezcla de escepticismo, agotamiento, entusiasmo y esperanza…
—Todos podemos. Hemos sido creados para eso —concluí, intentando animarlo.