YO VISTO ASÍ
Juan Bethencourt
Santiago, en japonés, se escribiría más o menos así サンティアゴ. Ver esas letras puestas en vertical, debajo del hombro derecho, fue la primera experiencia cercana que tuve con los tatuajes. Apenas regresó del lugar en donde se lo hizo, mi vecino me llamó para mostrármelo. Todavía tenía la piel roja en los bordes de las letras, y cuando intenté tocarlas brincó. Todavía le dolía. Pero al ver la aprobación que generó entre mis amigos. Recuerdo que pensé: “No se ve mal. Quizá más adelante haga lo mismo”.
Alrededor de la misma época, un compañero del colegio apareció con un piercing en la boca. Era una vara que se introducía en medio de la lengua y se le atornillaba una pelotita en la parte que sobresalía por encima. Recuerdo una fiesta en la que utilizó una que cambiaba de colores. Cuando bailaba, abría la boca y brillaba. Primero roja, luego azul, amarilla, verde… Causó una sensación y curiosidad enorme.
Discutí con algunos amigos si valía la pena hacerse ese piercing. Concluimos que no, por dos razones: los riesgos de salud eran altos y no estaba claro si realmente nos ayudaba a vernos mejor.
Unos años antes, estaban de moda unos pantalones que llamábamos “de pana”. Fui con mi madre para comprarlos. Los quería tener para una fiesta. Recuerdo exactamente el sitio y entrar con ella por las altas puertas de vidrio que daban acceso a la tienda. Los pantalones eran de color azul marino y conseguimos la talla adecuada para la cintura pero, como nos suele pasar a los bajitos, mi mamá tuvo que coserle unos centrímetros de ruedo para que la altura fuera correcta. Me sorprende los años que han pasado y el fuerte recuerdo de la seguridad que me dió entrar en esa fiesta vestido a la moda.
Seguro que leer estas historias te trae recuerdos de algunas parecidas en la que eres protagonista. La presión por cómo vestir o qué prendas llevar, está siempre presente. Artistas, actores, influencers, diseñadores, deportistas, amigos y un largo etc. definen estilos y modas que muy rápido se imponen como lo socialmente adecuado.
Es ingenuo pensar que esos estilos y modas que se van imponiendo son arbitrarios o indiferentes. La moda es ante todo una forma de comunicación. Lleva implícita un mensaje. Quiere decir algo. Cada moda está asociada a la promoción de un estilo de vida. Aspira a transmitir una visión de lo que la hace atractiva y valiosa. Por eso, escoger cómo vestirse, no es solo cuestión de cómo te ves, sino también de qué comunicas a los demás al hacerlo así. Sería triste que por imitar sin pensar, envíes un mensaje equivocado sobre ti y tu forma de entender el mundo.
No se trata de vestirse según la opinión de los demás. Todo lo contrario. Se trata de ejercer tu derecho de escoger cómo, porqué y en qué medida vas a asumir una moda. Y que lo hagas, no de modo impulsivo sino luego de un proceso de reflexión, consciente y pausado. De lo contrario, podrías estar cantando al máximo volumen que permiten tus pulmones : “Yo visto así, no me vo’a cambiar, Me pongo lo que quiera” y sin embargo, con tu vida estás demostrando exactamente lo contrario.
Puedes preguntarte ¿por qué asumo esa moda en específico? ¿es de verdad porque he decidido que esa ropa, tatuajes, piercings, etc. aportan a mi personalidad? ¿O es más bien por identificarme con algún artista, deportista o modelo? En ese caso, ¿por qué lo hago? ¿por su talento, su belleza, sus logros? ¿Qué es lo quiero imitar? ¿Vale la pena? ¿Me identifico también con el estilo de vida que promueve, con sus valores? ¿esos valores van de acuerdo a los míos? ¿Qué mensaje quiero llevar de mi propia vida a través de la moda que uso?
De este modo, puedes escoger con libertad la moda que te gusta, la que de verdad potencia tu identidad y comunica tu propio estilo de vida. Podrás volver a cantar “Mi flow no creo que venga en tu medida, Yo hago lo que quiera, ***, es mi vida“ y estarás diciendo la verdad. Podrás superar la presión manipuladora y sabrás, en dos palabras, mantenerte original.